Estilo rico, estilo pobre, de Luis Magrinyà, creencias y prejuicios al escribir

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“Estilo rico, estilo pobre”, de Luis Magrinyà

Estilo rico, estilo pobre, es una obra esencial para cualquier corrector que desee profundizar en las sutilezas del uso del lenguaje y la búsqueda del buen estilo. Publicado originalmente en 2015 y presentado en 2022 en una edición revisada y ampliada, este libro de Luis Magrinyà no es un manual de estilo tradicional. No se limita a aclarar cuestiones ortográficas o gramaticales como el uso de mayúsculas o la correcta acentuación de palabras, sino que propone una reflexión más profunda y crítica sobre las creencias y prejuicios que guían nuestra manera de escribir.

Magrinyà actúa como un observador minucioso de la lengua, desafiando el uso irreflexivo y perezoso de ciertas estructuras y palabras. Su análisis abarca desde ejemplos literarios y periodísticos hasta situaciones cotidianas, proporcionando una visión amplia y variada de los errores comunes y las trampas estilísticas que pueden afectar tanto a escritores experimentados como a principiantes.

Dividido en cuatro partes, el libro comienza con “Estilo rico”, una sección que analiza de manera irónica las aspiraciones de riqueza léxica y precisión estilística. Magrinyà expone cómo estas aspiraciones pueden llevar a ultracorrecciones cómicas y a un uso pretencioso del lenguaje. En “Estilo pobre”, se exploran los peligros de la indolencia y el automatismo, destacando la necesidad de una reflexión consciente sobre el uso de la lengua.

La tercera parte, dedicada a “Cuestiones gramaticales”, aborda aspectos específicos como plurales raros, el indefinido “todo” y el uso de preposiciones, alternando entre las pretensiones del estilo rico y el simplismo del estilo pobre. Finalmente, en “Sexo y violencia”, el autor discute la evolución del lenguaje en contextos sexuales y penales, cuestionando la falacia de “llamar a las cosas por su nombre” y celebrando la capacidad de la lengua para atenuar lo siniestro a través del cambio semántico.

Un ejemplo:

La aspiración a ser “matizados”, intensos, precisos, exactos, nos lleva a creer que hay palabras o expresiones que definen “exactamente” una realidad, cuando en la lengua la única relación exacta que puede haber es entre palabras y palabras, entre convenciones y convenciones. Recordamos ahora las palabras de Pascual citadas al principio sobre las “combinaciones estereotipadas”. Pues sí: eso es lo que abunda en la lengua, y eso al final es lo que la hace más exacta. No es más “exacto” decir “oyó el ruido de sus pasos” que “oyó sus pasos”; de hecho, en la primera de estas formulaciones, la exactitud lingüística se pierde, convirtiéndose en redundancia, pues “ruido” está incluido en “oyó” y, reforzado por el “oyó”, también en “pasos”. Y tampoco es más “exacto” decir “el sonido de un motor” porque nos parezca que hace menos ruido que “el ruido de un motor”. La convención, la “combinación estereotipada”, fijada por el uso y seguramente hasta por la tradición, en este caso es “el ruido de un motor”: querer escapar de estas convenciones no tiene nada que ver con el deseo de ser “exactos”, aunque nos lo creamos. Y aún aventuraríamos que la querencia del inglés por anteponer the sound of a cualquier cosa que suene tiene algo que ver con esta redundancia. La idea de que el énfasis aporta expresividad está muy extendida entre los estilistas, pero uno se pregunta si la expresividad consiste realmente en eso.

Guía imprescindible para correctores —y lectores en general— que buscan entender y mejorar el estilo más allá de las reglas convencionales, invitando a una liberación de prejuicios y a una mayor conciencia en el uso del lenguaje, Estilo rico, estilo pobre, está disponible en Amazon.

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