El corrector Alonso de Proaza y La Celestina

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"La Celestina", de Fernando de Rojas, contó con la ayuda del corrector Alonso de Proaza
La edición de La Celestina, del bachiller Fernando de Rojas, contó con la ayuda del corrector Alonso de Proaza.

El corrector de textos ha sabido ocupar siempre un espacio privilegiado desde donde realizar en paz su labor silenciosa, lejos de las miradas que terminan posándose ávidamente sobre la marca de una editorial o, las más de las veces, sobre la prominente firma de un escritor en la cubierta.

Sin embargo, algunos correctores han logrado salir de esos rincones apartados y jugar un rol dominante en la creación literaria en más de una ocasión. Uno de esos casos es el de un editor llamado Alonso de Proaza, testigo presencial de los inicios del Siglo de Oro español.

 

Quién fue el corrector Alonso de Proaza

Proaza fue un humanista, comediógrafo y corrector, nacido quizá en 1445 y fallecido cerca de 1530. Se sospecha que haya sido oriundo de Asturias. Bachiller en artes por la Universidad de Salamanca luego de matricularse allí en 1461, ejerció como catedrático de Retórica en la Universidad de Valencia desde 1504. Versado en las lenguas latina y castellana, trabajó como traductor y editor de la obra del filósofo mallorquín Raimundo Lulio. Como autor, publicó Romance en loor de Valencia en 1505 y se le atribuyen tres comedias: Thebaida, Hipólita y Serafina.

Editor habilidoso y poeta avezado, Proaza se afanaba para enriquecer los escritos bajo su cuidado con referencias históricas y mitológicas significativas. Su destreza contribuyó entonces a poner a punto La Celestina, la cual sería expurgada por parte de la censura religiosa en la España de 1632 y «merecería» un lugar en el Índice de libros prohibidos de la Inquisición en 1792.

 

El corrector de La Celestina

La Celestina es una obra en castellano cuyos orígenes se remontan a finales del siglo XV de nuestra era. Única en su género, se la ubica entre la narrativa y el drama en verso, con un estilo que hizo confluir el habla popular y el registro culto, lo cual le valió un éxito considerable en su época.

Al bachiller Fernando de Rojas (c. 1474-1541), natural de Toledo y miembro de una familia de judíos conversos, se le atribuye la autoría de La Celestina. Los ecos de la tragicomedia de Rojas resonarían en publicaciones posteriores en toda Europa, desde las novelas picarescas hasta el Romeo y Julieta de William Shakespeare.

En cuanto a la participación de Proaza en ese proyecto, su papel de corrector puede justificarse tanto por su amistad con Rojas, entablada a partir de 1488, como por su experiencia de revisor en los talleres de imprenta de su tiempo. De esa forma, llegó a fungir como corrector de tres ediciones de La Celestina: la de Toledo en 1500, la de Sevilla en 1501 y la de Valencia en 1514 y 1518.

 

La intervención del corrector

Ahora bien, según las investigaciones de D. W. McPheeters y Julio Cejador y Frauca, la intervención de Proaza —más allá del encargo asignado— se percibiría no solo en las octavas posliminares provenientes de su pluma y conservadas desde la primera versión impresa de La Celestina (Comedia de Calisto y Melibea), una epistolilla mediante la cual explicaba el propósito de los versos acrósticos al comienzo de la edición y aclaraba cómo debía ser leída la obra.

No quiere mi pluma, ni manda razón,
que quede la fama de aqueste gran hombre,
ni su digna gloria ni su claro nombre,
cubierto de olvido por nuestra ocasión.
Por ende, juntemos de cada renglón
de sus once coplas la letra primera,
las cuales descubren por sabia manera
su nombre, su tierra, su clara nación.

(Octava posliminar en la Tragicomedia de Calisto y Melibea)

Dicho de otra forma, los cambios introducidos por Proaza en La Celestina serían mayores de lo que el texto revelaría en una primera lectura. De acuerdo con un ensayo de Jordi Pardo Pastor, de la Universidad Autónoma de Barcelona, es posible dudar de la autoría de Rojas respecto a los versos acrósticos al principio de La Celestina al analizar los cambios registrados en ellos entre las ediciones anteriores a 1500 y la de 1500 como tal.

Jamás yo no vide en lengua romana,
después que me acuerdo, ni nadie la vido,
obra de estilo tan alto y subido
en tusca, ni griega, ni en castellana.
No trae sentencia de donde no mana
loable a su autor y eterna memoria,
al cual Jesucristo reciba en su gloria
por su pasión santa que a todos nos sana.

(Octava acróstica al inicio de la Tragicomedia en su edición de 1514)

También, otros detalles en los paratextos, como los cambios de persona gramatical en los acrósticos entre la Comedia y la Tragicomedia (la segunda versión impresa de la Celestina), generaron suficientes suspicacias como para mover a los investigadores McPheeters, Cejador y Frauca y Pardo Pastor a ahondar por separado en el misterio de la autoría de uno de los títulos más importantes de los albores de la lengua de Castilla.

El carro febeo después de haber dado
mil e quinientas vueltas en rueda,
ambos entonces los hijos de Leda
a Febo en su casa tenían posentado,
cuando este muy dulce y breve tratado,
después de revisto e bien corregido,
con gran vigilancia puntuado e leído,
fue en Salamanca impreso acabado.

(Octava posliminar en la Tragicomedia de Calisto y Melibea)

 

La capacidad literaria del corrector Proaza

Resulta importante aclarar que Pardo Pastor no considera en absoluto que su ensayo brinde «soluciones definitivas y unidireccionales» al problema de la diferencia entre los rasgos literarios presentes en los veintiún actos de La Celestina y aquellos de los textos que los acompañan.

No obstante, no puede sino considerarse admirable la evidente capacidad literaria de Proaza, quien fue capaz de dejar su huella en La Celestina, sus loas a la ciudad de Valencia, sus versos en el Cancionero general de Hernando del Castillo (1511) y sus octavas en Sergas de Espledián (1510) como testimonio vivo de una pasión creativa que terminó entrelazada con el oficio de la corrección.

Aquí se demuestran, la pluma en la mano,
los altos primores del alto decir,
las lindas maneras del bien escrebir,
la cumbre del nuestro vulgar castellano;
al claro orador y cónsul romano
agora mandará su gloria callar,
aquí la gran fama pudiera cesar
del nuestro retórico Quintiliano.

(Octava en Sergas de Espledián, edición de Alonso de Proaza)

 

Referencias bibliográficas

  • Oviedo Enciclopedia (2011). «Alonso de Proaza». [Enciclopedia en línea] Recuperado de página web [Consulta: 16 de noviembre de 2017].
  • Pardo Pastor, J. (2000). «El humanista Alonso de Proaza y la materia nueva de Celestina». Celestinesca (24), pp. 15-28. [Documento en línea] Recuperado de página web [Consulta: 16 de noviembre de 2017].
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