Ángeles Pavía Mañes (1964), profesional de la corrección nacida en España, lleva más de cuarenta años leyendo de forma compulsiva todo tipo de libros. Se describe como muy perfeccionista y con un ojo muy entrenado para descubrir gazapos. Su andar por el campo de la corrección ha sido, según sus propias palabras, «una senda tortuosa en medio de un bosque frondoso». Se inició leyendo novelas a los siete años y desde entonces no ha parado de hacerlo continuamente. A los once años leyó su primer ensayo histórico y a los catorce su primer ensayo sobre literatura y narrativa. Cofundadora de la agencia Teloseditamos, todo lo relativo al arte de contar historias la apasiona, y aunque no fue la profesión que eligió en un primer momento —por ignorar que existiera—, ha ido descubriendo que las de correctora profesional y crítico literario son las que más le gustan de todas las que ha desempeñado en su vida, que ya han sido varias.
¿Cuáles han sido sus pasos en el campo literario o editorial? ¿Quiénes le dieron el empujón final para entrar de lleno en ese mundo donde los «buenos sentimientos» no producen el mejor resultado —si nos atenemos a André Gide—?
Llegué un poco de casualidad. Comencé como forera aficionada a la literatura que, en páginas web dedicadas a diferentes géneros, comentaba y se ofrecía a leer lo que escritores noveles producían. Las críticas y comentarios gustaban tanto que buenos amigos del mundillo literario me recomendaron dedicarme a esto de forma más profesional. Me gustaba mucho, pero era consciente de que me faltaban conocimientos para realizarlo bien, así que, en cuanto tuve oportunidad, realicé un curso de corrección profesional y otro de crítica literaria. No pensé hacer de ello una profesión. Lo hice al descubrir una actividad que me gustaba y que quería realizar lo mejor posible, pero poco a poco ha ido convirtiéndose en un trabajo más serio. Ahora mismo, Teloseditamos, la agencia, está creciendo y se va a convertir en una empresa que abarcará todo tipo de servicios al escritor: análisis de textos, edición de los mismos, corrección, maquetación, realización de portadas, edición digital para portales…
¿Cómo definiría la corrección profesional: un oficio, una profesión, un arte..? En Diario de un mal año, del nobel de literatura J. M. Coetzee, el señor C. se pregunta quién juzga lo que suena o no suena bien luego de haber jugueteado con una frase en una jornada de trabajo literario; ¿se encuentra «el quid de la corrección» en esa sentencia a la que se refiere el autor surafricano?
Para mí, la corrección es un trabajo técnico, no artístico. El arte lo pone el autor, mientras que el corrector aplica sus conocimientos en beneficio de los intereses de quien lo contrata. El corrector no crea. Por lo tanto, no necesita capacidad artística alguna para corregir correctamente un libro, del mismo modo que un mecánico no necesita la habilidad de un piloto de carreras para ejercer bien su oficio; aunque sí que ha de saber escribir con precisión, dominar los recursos de la lengua y conocer las herramientas de consulta más apropiadas para cada caso. También debe tener mucho leído a sus espaldas y, de ser posible, de calidad, para poder afrontar la lectura de cada texto como es debido.
¿Cuál es su metodología de trabajo? ¿Qué trucos o atajos forman parte de su rutina?
Para la corrección no uso trucos ni atajos normalmente. Pido el texto en Word, le activo la función «control de cambios» y empiezo a leer y a corregir sobre la marcha. Antes, cuando había terminado esa primera corrección, la más extensa y completa, aceptaba todos los cambios y hacía una segunda corrección. Hoy, la agencia ha crecido, somos un equipo y esa primera corrección la hacen mis compañeros y yo realizo el repaso definitivo, a veces dos o más veces. Siempre se ha dicho que cuatro ojos ven más que dos. Si un autor cuenta con un equipo de ojos extra para prestar atención a su obra, el resultado es siempre mucho mejor, más detallado.
En esto de la corrección no conozco atajos. Rutinas sí, sólo una, la de leer detenidamente, con ojos de corrección, sabiendo diferenciar totalmente lo que te están contando de cómo te lo están contando, que es lo importante para el corrector. Aquí la trama da igual; que los diálogos sean tontos no importa mientras estén bien escritos. Si hay gazapos gordos, no cuesta mucho señalarlo sobre la marcha; por ejemplo, si dicen que el protagonista es rubio al principio y luego es moreno. Pero cuando corriges debes centrarte en cómo se está contando la historia.
Otra cosa es que realices una función de edición de textos, que también la hacemos. Ahí sí que se incide ya en una profundidad mayor, ayudando al escritor a mejorar su novela en todos los aspectos: estructura, ritmo, personajes, trama… Pero para poder hacer bien este trabajo, suele ser necesaria la realización previa de un análisis detallado y profesional del texto, lo que llamamos un informe de lectura.
Avanzar con seguridad en la dirección de los propios sueños y esforzarse por vivir la vida que se ha imaginado llevan, citando a Henry David Thoreau en Walden, a un éxito inesperado. ¿Qué experiencias han sido las más importantes para usted a partir de la corrección?
Creo que lo más importante para mí ha sido la gente que vas conociendo, todo lo que esa gente te aporta, bueno y malo, y las enseñanzas que sacas de ellas. De mi etapa como correctora me llevo las experiencias que me proporciona la gente con la que trato, algunas muy buenas y otras nefastas. De todas se aprende y estoy ganando grandes amigos. Algunos de ellos comenzaron siendo simples clientes y otros han surgido por contactos afines y relaciones literarias. Es un mundo que me enriquece mucho como persona.
¿Cuáles considera como los sucesos más curiosos en su día a día?
Este trabajo no tiene muchos sucesos curiosos, pero sí que te encuentras con que, de golpe, estás corrigiendo un relato de alguien ilustre, o que resulta que ese otro autor con dos apellidos que te suenan mucho es el hermano de un antiguo compañero de colegio.
En El libro de los abrazos, Eduardo Galeano asevera: «Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos». ¿Qué cambios ejerció en usted la corrección?
Me ha hecho tomar mucha más conciencia de mí misma como persona y plantearme mi relación con mi entorno de una manera diferente. También me ha hecho afianzarme más y ha conseguido que la opinión que los otros tengan de mí me afecte mucho menos que antes. Al mismo tiempo, me ha vuelto mucho más humilde y más consciente de las necesidades y limitaciones de los demás. En otros niveles, la corrección te hace ser metódica, concienzuda, organizada y tenaz. Son muchas las horas que trabajas de cara al ordenador, y muchas las distracciones que éste puede aportarte. Como es un trabajo que se realiza en casa, has de ser muy responsable para llevarlo a cabo y dedicarle todo el tiempo que necesita. Los plazos siempre aprietan.
La resistencia de parte de los autores, especialmente los creadores literarios, ante los cambios, es un hecho siempre esperable en nuestra profesión. ¿Qué actitud debe tomar un corrector ante la naturaleza transgresora y transformadora de la literatura?
Lo primero, aceptarla siempre que cumpla las reglas básicas. Una palabra deberá llevar la tilde cuando toca o escribirse con unas determinadas letras; eso es fijo. Las mayúsculas se deben poner cuando toca y eso es independiente de la naturaleza transgresora y transformadora. La gramática también tiene unas reglas que se han de respetar. Nuestro lenguaje es un código que sirve para transmitir un mensaje. Si el emisor y el receptor no usan el mismo código, el mensaje puede ser malinterpretado. Es lo que pasa muchas veces con las comas, que dependiendo de dónde se ponen, o si se ponen o no, pueden variar el significado de la frase. En Teloseditamos hemos corregido poesía moderna, de verso libre, y revisar la puntuación junto a los poetas es algo que ha ayudado a mejorar el ritmo en algunas ocasiones.
¿Cuál es el género literario más difícil de afrontar de parte de un corrector? ¿Tiene en mente algún autor en particular al hablar de las complejidades en el arte de la palabra?
El género literario más difícil siempre es el ensayo técnico, aquel que tiene su propio vocabulario que debes aprender y conocer para poder revisar correctamente el manuscrito. En el otro extremo, situaría también, como difícil de corregir, la poesía libre, la poesía moderna, pues muchos poetas creen, erróneamente, que pueden no puntuar sus versos o saltarse las normas ortográficas. Si lo hacen así, como ya hemos comentado, se puede alterar el significado del mensaje.
Respecto a los ámbitos económico y laboral, ¿qué acciones deben emprender los correctores para mejorar su situación? En vista de los cada vez más frecuentes encuentros, talleres y seminarios relacionados con la actividad, ¿podría hablarse de una eventual federación internacional de correctores?
Ya se está en ello. Existe UniCo, una organización de correctores que lleva unos pocos años funcionando, pero mi experiencia previa con asociaciones similares me lleva a evitar ese tipo de iniciativas y preferir una apuesta más personal. Como corrector, tienes dos opciones de trabajo: para una editorial o para el escritor. La primera te permite trabajar como asalariado, con una nómina, o como autónomo contratado por obra. Para realizar el trabajo, te exigen una licenciatura más un máster en corrección o edición (eso las serias), pero el convenio de editoriales lo contempla como un trabajo técnico, por lo que está muy mal pagado en relación con la formación que exige. Si te decides por la segunda opción, estás expuesto, por un lado, a una guerra de precios en la que, si entras, todos salimos perdiendo. Por otro, es posible que, una vez realizado el trabajo, la editorial no quiera —o alegue— no poder pagarte. Y como el importe no suele ser elevado, por desgracia, con la nueva ley de tasas judiciales de este país (España) te sale mucho más caro demandarlos que lo que puedas llegar a cobrar. Aun así, prefiero afrontar esta clase de riesgos. Me permite mantener una iniciativa propia, una ética profesional y una forma más directa, cercana y personal de tratar con el cliente, con la que me siento mucho más cómoda.
¿Qué les recomendaría a los correctores noveles o aquellos que quieran comprender el quehacer de «la sombra del escritor»?
A los correctores noveles les recomendaría que lean mucho y muy variado, pero sobre todo a los clásicos, pues va a desarrollarles muchísimo el vocabulario y hará que se acostumbren a estructuras gramaticales complejas, correctas y a la vez hermosas, con ritmo. También les recomendaría que estudien mucha gramática, mucha estructura gramatical, y que no den ningún aspecto por sabido; que ante la más mínima duda consulten mil diccionarios, manuales y todo lo que tengan a mano, pues de todo se aprende. Que cuiden mucho su expresión escrita. Que escriban mucho para corregirse a sí mismos. Y que no piensen que por haber publicado unos pocos relatos en alguna antología y haberse sacado un curso por correspondencia saben corregir un texto. Es un trabajo duro y complejo que requiere mucha humildad y mucho tesón.
A aquellos que quieren comprender lo que somos o hacemos, una advertencia. Solemos ser tipos muy maniáticos, fanáticos del detalle, a los que un acento fuera de sitio saca de sus casillas, capaces de encontrar la aguja de una coma perdida en el pajar de un mamotreto de quinientas páginas. Por lo demás, a todos los que conozco nos gusta disfrutar la vida. Una buena charla sobre literatura delante de unas buenas cervezas es algo que nos pone de muy buen humor.
Si existe una lectura obligada para el corrector profesional, ¿cuál es? Finalmente, y emulando una pregunta de Jean-Claude Carrière a Umberto Eco en Nadie acabará con los libros, ¿qué textos debería salvar un auténtico corrector en caso de una catástrofe?
¿Lectura obligada para un corrector? Todas. Si nos limitamos a las herramientas de trabajo, te diría que la Ortografía, el Diccionario panhispánico de dudas o la Gramática de la lengua española. Desde luego, lo que debería tener siempre a mano es un buen diccionario. Hay muchos, con precios muy variados y de reputación contrastada, y el de la RAE no es necesariamente el mejor de todos ellos, aunque resulte imprescindible. También existen herramientas más específicas, pero las dejaremos como secreto profesional. Este mundillo ya es demasiado complicado como para allanarle demasiado el camino a la competencia.