La lengua encierra efectivamente muchos misterios. Uno de los más grandes es quizá por qué los hablantes, quienes deben hacer uso de ella a diario para comunicarse con claridad, desestiman la semántica: el significado de las palabras.
En ese respecto, la gramática no puede hacer mucho. Aunque haya quien resulte ser el mejor escritor u orador en los campos de la ortografía y la sintaxis (ninguna tilde fuera de lugar, comas y puntos en su sitio perfecto, concordancias pulcras, conjugaciones impecables), pocos escapan al hecho de usar mal un vocablo cuando se desconoce su auténtico significado.
En el caso de los verbos, es frecuente para los correctores encontrar casos de acciones mal descritas o tan extrañamente planteadas por el verbo escogido que resultaría un embrollo ininteligible descifrarlas.
Cuando se desconoce el significado de un verbo
He aquí los más comunes errores semánticos cometidos por desconocer el significado de los verbos y usarlos ya sea por repetición o por mera comodidad.
Activar(se): “Tenemos que activarnos por el éxito del proyecto”. En este caso resulta jocoso imaginar a los seres que “se activan” como si fueran máquinas, autómatas que solo se encienden cuando les conviene y permanecen inertes el resto del tiempo. Soluciones más naturales: mover(se), movilizar(se) y actuar, dependiendo del contexto.
Visualizar: “¿Me permite visualizar su bolso, señor?”, pronuncia muy educadamente el guardia de seguridad a la salida del supermercado. Si habla de visualizar, le bastaría a quien así quiera hacerlo con entregarse a la fantasía de cómo sería el susodicho saco o, dadas las circunstancias, pasar el objeto por una máquina de rayos X para descubrir lo que estaría aparentemente oculto dentro de él. Por otro lado, ver, revisar y chequear (checar) parecen carecer de popularidad por el injustificable criterio de usar palabras con numerosas sílabas para conferir formalidad a nuestra habla.
Accionar: “El jugador accionó metiendo un gol”. Presente en el lenguaje del periodismo deportivo y en la jerga gubernamental, debe evitarse accionar cuando lo correcto sea actuar o inclusive suprimirlo por completo (“El jugador metió un gol…”).
Colocar: “La situación en Cataluña coloca a España en una posición difícil”. Difundido en todos los ámbitos de la vida y en todas las latitudes del mundo hispanoparlante, el empleo de colocar cuando corresponde poner resulta otra demostración de la preferencia de los hablantes por pronunciar más sílabas con tal de conferir un rasgo culto a la jerga cotidiana. Colocar se usa solamente cuando se lleva una cosa hasta una posición o un lugar en el que debe estar, como un desecho en un contenedor de basura o un libro en un espacio reservado para él sobre un estante; de resto, el verbo correcto semánticamente es poner (“pon la cartera sobre la mesa”, “el niño puso empeño en sus estudios”…).
Ajusticiar: “Investigan a dos policías por ajusticiar a un muchacho”, se lee en el encabezado de una trágica noticia de sucesos. No obstante, ajusticiar contiene la idea de que a la víctima se la había condenado a morir de manera legal; hasta puede percibirse fonéticamente la raíz justicia. En casos como el de la noticia mencionada, la opción correcta al exponer la acción es ejecutar, en su acepción de dar muerte a un reo aludiendo a la idea de que no necesariamente existió un proceso que lo condenara a semejante castigo… o hasta un certero asesinar.
Copar: “El festival copará la escena”, afirmó uno; “todos los asientos del cine se coparon”, aseguró otro; ambos se equivocaban. Quizá por una confusión fonética, más un desconocimiento del uso adecuado de acaparar y colmar, los hablantes han optado por resumir incorrectamente los campos semánticos de esos dos verbos en copar, que en realidad se utiliza para expresar que todos los puestos por asignar en una elección fueron ocupados o “hacer una puesta equivalente a todo el dinero de la banca” en juegos de azar, como lo explica el Diccionario de la lengua española.
Desplegar: “Esperamos desplegar el proyecto para el mes próximo”, anuncia un funcionario gubernamental. A menos que se refiera a aclarar los detalles del plan o desenrollar los planos correspondientes, el error se halla en equiparar desplegar con desarrollar, efectuar o realizar; es decir, llevar a la realidad algo, poner por obra lo que se piensa o planea hacer.
Arrancar: “El juego de beisbol arrancó a las cinco”, le dice un seguidor de un equipo a otro que se perdió el partido. En lenguaje coloquial, arrancar está bien registrado como un sinónimo de iniciar, con la salvedad de que se le agrega a su significado la idea de que la acción es inesperada. Por tanto, se entendería que —por alguna circunstancia particular— el encuentro deportivo comenzó de manera imprevista a la hora señalada. De no ser así, los verbos convenientes serían entonces comenzar, iniciarse o empezar.
Contemplar: “La obra contempla la construcción de un puente”, declara con orgullo un ministro. La siguiente pregunta por hacerle sería si tiene idea del auténtico significado de contemplar. De saberlo, habría elegido alternativas más apropiadas, como comprender, abarcar o incluir.
Monitorizar/monitorear: “Las fuerzas de seguridad monitorean las calles desde anoche”, informa un periodista en un canal de televisión local. Surge entonces la idea de los agentes en sus centros de vigilancia frente a un sinnúmero de pantallas, atentos a lo que ocurre en la ciudad gracias a lo que transmiten sus cámaras remotas. Monitorizar o monitorear implica usar medios especiales para detectar posibles anomalías en el curso de algún parámetro fisiológico (como la actividad cardíaca) o de otra naturaleza, como pueden ser el comportamiento de los transeúntes en una vía de comunicación terrestre. Sin que eso signifique que ese verbo sea un sinónimo perfecto de vigilar, supervisar o velar, claro está.