La metamorfosis de un borrador de texto en ese objeto que llamamos “libro” y que a tantos nos cautiva implica comprender los pasos del proceso editorial y, en consecuencia, el rol del corrector de pruebas como elemento esencial de una de las actividades más importantes para la difusión cultural.
Sin importar su presentación o su tamaño, todos los libros comienzan su vida como un proyecto cuya ejecución está regida por la dirección editorial, que ocupa el nivel más elevado al encargarse de las pautas generales del desarrollo de una publicación.
Para ello, la dirección se comunica constantemente con un comité de lectores —formal o informalmente establecido— para transmitirle los manuscritos que esta recibe de los autores para su estudio. Su función continúa al entregar a la coordinación editorial aquellos borradores que reciban el visto bueno del comité y, al otro extremo de la cadena, verificar la última versión del libro definitivo.
Posteriormente, se halla la coordinación editorial. Esta revisa, aprueba y da el material a la producción editorial; lo analiza y entrega luego de pasar por la producción y antes de llegar a la maquetación para prepararlo y llevarlo a la imprenta, y controla las muestras de impresión junto con la coordinación.
En tercer lugar, la producción aparece como la responsable de preparar el material entregado por la coordinación y de establecer su interpretación tipográfica. También estudia el material una vez pasado este por corrección en una primera ocasión antes de enviarlo a maquetación, repasa el material y entrega el documento a corrección para las segundas pruebas.
Adicionalmente, inspecciona el material una vez más al salir de corrección, comprueba el arte final y emite consideraciones de mejora a la impresión, examina las muestras de impresión junto con la coordinación y efectúa el control de calidad de la versión definitiva.
Mientras tanto, la maquetación asume la paginación, la ubicación de las ilustraciones y todo el trabajo gráfico del texto y sus paratextos, introduce cambios en ese ámbito señalados por corrección para pasar el material a producción editorial, de la cual recibirá de nuevo la futura publicación para introducir toda clase de correcciones gráficas y ajustar el documento, y prepara los archivos para la impresión.
El corrector de pruebas al mando
Ahora bien, podemos notar que la corrección toma el mando y pone su lupa entonces sobre las primeras pruebas del material, es decir, el documento impreso según las pautas tipográficas y gráficas establecidas en los pasos anteriores, en pro de la limpieza lingüística, la normalización y la unificación estilística del escrito.
La corrección vuelve a trabajar sobre las segundas pruebas (las primeras pruebas más los cambios provenientes de su primera revisión). De allí, entrega el material a la producción para que cualquier nueva modificación que se estime necesaria sea aceptada. Finalmente, toma el material otra vez para escrutarlo respecto a detalles de diagramación que puedan afectar la lectura o la comprensión del texto.
Por esa razón, el trabajo del corrector es clave, pues forma parte de una sucesión de actividades que desembocan en la impresión, la tan esperada materialización del libro.
Si todos los involucrados en el proyecto (editores, maquetadores y correctores) cumplen su deber a cabalidad, la impresión debe desarrollarse sin contratiempos mayores desde el primer momento en que los trabajadores de la imprenta intervienen con la preparación (junto con maquetación) de los archivos para su puesta en papel, la aplicación de los cambios aprobados por producción, la entrega de ejemplares del futuro libro para la revisión de la producción y la coordinación y, con la aprobación definitiva de esos últimos, la impresión final.
En una próxima oportunidad, profundizaremos en el proceso editorial en la era digital, la creación de libros electrónicos y, por supuesto, cómo el cargo de corrección se adapta al entorno de la autopublicación.