El 27 de octubre es el Día Internacional del Corrector de Textos. La fecha, que rinde tributo a los profesionales que se esfuerzan cada día para entregar a los lectores del mundo textos escritos correctamente, fue escogida en 2006 por la Fundación Litterae de Argentina por coincidir con el natalicio del pensador humanista Erasmo de Rotterdam, reconocido por su dedicación en las labores editoriales.
Erasmo de Rotterdam (Rotterdam, 1466; Basilea, 1536) fue un humanista neerlandés de expresión latina. Clérigo regular de san Agustín (1488) y sacerdote (1492), pero incómodo en la vida religiosa (que veía llena de barbarie y de ignorancia), se dedicó a las letras clásicas y en los primeros tiempos de la imprenta se ocupó de corregir textos.
La corrección de estilo, explica Marijula Balakrishman en su Manual práctico para la corrección de estilo, “consiste en la revisión y corrección de un texto para dotarlo de claridad, concisión, uniformidad y coherencia. Incluye la corrección ortográfica, gramatical, sintáctica, ortográfica, tipográfica, estilística y fáctica. Su objetivo no es meramente la expurgación de defectos sino la mejora efectiva del texto”.
La labor del corrector tiene un espacio significativo en el medio editorial. La edición, ya sea en el ámbito de los libros o de los medios de comunicación, se vale del corrector para entregar productos acabados, con contenidos que sean no solo sustanciosos sino que estén limpios de fallas y ostenten claridad ante el destinatario final. Un texto sin errores es la marca que dota de prestigio a quien lo produce, y en esto el trabajo del corrector tiene una importancia capital.