Uno de los deberes del corrector de textos y del corrector de estilo, como bien podría asumirse, es colaborar en el proceso natural de creación de nuevos vocablos o términos que sirvan para describir adecuadamente una realidad en constante cambio.
En ese sentido, su aporte en el proceso editorial consiste en evitar alteraciones del lenguaje que le hagan perder su claridad, su capacidad expresiva y su eufonía.
Por otra parte, cada vez resulta más común para los correctores encontrarse con los verbos “erróneos por innecesarios”.
De dónde salen los verbos incorrectos
Al respecto, tan solo podemos inferir sobre sus orígenes exactos. Sin embargo, aparece un atisbo de justificación para su utilización cada vez más frecuente.
Como desde el comienzo de nuestras sociedades, los lenguajes especializados (por ejemplo, el bancario o el informático) siguen influyendo de forma potente en nuestra comunicación, y un criterio parece haberse impuesto en esos ámbitos: se asimila la longitud silábica de una palabra con la formalidad que desee conferírsele.
Algunos ejemplos de verbos incorrectos
A continuación, presentamos verbos de creación relativamente reciente que resultan desatinados por no hacer otra cosa que sumar más y más sílabas a nuestro léxico.
- Aperturar: Habitual en el lenguaje bancario (“¿Desea aperturar una cuenta?”). No solo resulta incorrecto por innecesario, sino que su creación implicaría los sustantivos por derivación aperturación y aperturamiento, sustitutos redundantes cada vez más extensos de… la propia apertura. ¿Cuál es el mejor verbo? Abrir, sencillamente.
- Accesar: “Ahora puede accesar a la red”, podemos imaginar decir al especialista en computación. Ya sea un calco del verbo inglés to access o una derivación del sustantivo acceso con el sufijo -ar, al proceder con el mismo ejercicio de aperturar percibimos la redundancia y la acumulación innecesaria de términos cada vez más enrevesados. Acceder es la opción correcta.
- Recepcionar: “Recepcionamos los documentos el día 15”. Semánticamente, parece resultar en un nuevo término que podría significar “recibir directamente en una recepción de oficina, etc.”. Sin embargo, de recepcionar a recepcionamiento tan solo habría un paso. Corrección obvia: recibir.
- Internalizar: “No logro internalizar tu idea”. En este caso, interiorizar es el verbo asentado y resulta de una derivación más armoniosa respecto a interior, de la misma forma en que un supuesto verbo externalizar contrastaría con la forma adecuada exteriorizar. Se nota una posible influencia de su equivalente inglés to internalize.
- Plenar: “La principal plaza de la ciudad se plenó”. Una consideración: los adjetivos lleno y pleno proceden sin duda del latín plenus, pero —según los criterios fonéticos— la lengua castellana palatalizó el sonido de la ele en esos grupos a lo largo de siglos, de la misma forma en que llover surgió de plovĕre o pluĕre. Por lo tanto, podríamos inferir que plenar es innecesario porque ya existe ese verbo, o sea, el mismo llenar.
- Requisionar: “¿Hace falta que requisionemos los materiales?”. Se percibe un uso de requisión y la desinencia –ar por desconocimiento de la existencia de requisar o de la posibilidad de formar hacer requisión.
- Direccionar: “El gobierno direccionó sus esfuerzo para acabar con la pobreza”. Con orígenes que se remontan al latín (directio, directus, dīrigere…), dirigir es el verbo original que vuelve redundante inventar otro a partir del sustantivo dirección.
Por supuesto, no encontrarás estos verbos en el Diccionario de la Lengua Española de la RAE, pero si los buscas en el Diccionario Panhispánico de Dudas podrás leer abundante información sobre por qué estos verbos son superfluos.